Por Andrés Aganzo, sociólogo, publicado en Getafe Capital el 7 de abril de 2020

La pandemia del coronavirus no es sólo una crisis sanitaria, también es una crisis social y económica, dice el Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Guy Rydery, tantas otras entidades y organizaciones mundiales que alzan la voz en la misma dirección. Al igual que una simple chispa en un barril de pólvora, un simple virus ha hecho saltar por los aires el sistema mundo. Ha expuesto sin piedad los profundos fallos de nuestros mercados globalizados. A título de ejemplo, cuando China entró en cuarentena, multitud de países quedaron sin suministro de productos y recambios básicos. Las cadenas productivas quedaron en estado de pausa.

Son muchas las voces que se alzan para manifestar que el aumento de la incidencia de los virus está estrechamente relacionados con la producción de la cadena alimentaria y la rentabilidad de las empresas transnacionales. Cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos, debe investigar el modelo industrial de agricultura y, más concretamente, la producción ganadera. Son reincidentes las fuentes que atribuyen las mutaciones víricas de animales a personas. Así fue la gripe Aviar (gripe del pollo y aves 2004), la gripe A (H1N1, llamada gripe porcina 2009), el virus del Ébola (atribuida a monos o murciélagos EVE-2104-2016) y ahora el COVID-19  que indica pueda ser algún animal (un pangolín, aún se sigue investigando). El denominador común «es la transmisión del virus de la fauna a los humanos» que históricamente no acontecía con tanta virulencia.

TRANSFORMACIONES CUALITATIVAS DE LOS ECOSISTEMAS

Asistimos a transformaciones cualitativas de los ecosistemas: las deforestaciones masivas; la sustitución de los bosques primarios y tropicales por la introducción de monocultivos; las grandes inversiones en el aceite de palma africana, (Indonesia y Malasia), el acaparamiento de tierras a gran escala  que se están llevando a cabo especialmente en África, a veces unido  al acaparamiento del agua (Grain 2016); la producción de soja para alimentar al automóvil de biodiésel «vestidos de verde»; las grandes granjas intensivas donde muchos animales malviven amontonados, productores de montañas de heces; la destrucción acelerada de los hábitats suponen la expulsión de muchos animales salvajes y una amenaza de extinción de muchas especies.

Hemos puesto la gestión de nuestras sociedades en manos de las fuerzas económicas, que han reducido la condición humana a valores mercantiles materialistas, contables: precio, medida y cantidad. Hemos elevado la economía a categoría de ciencia superior a las «leyes de la naturaleza» y el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) como medida de bienestar y desarrollo. Hemos ido relegando a un segundo plano la filosofía y la ética, consideradas como especulativas. Se han despreciado valores intangibles como el tacto, la estética, la fraternidad, la solidaridad, la gratuidad, el amor en suma. El pragmatismo, el ritmo acelerado, los resultados inmediatos… han desplazado la belleza de un atardecer, el esplendor de la luna, la contemplación de las estrellas o el placer de un diálogo saboreando la palabra, la construcción de la hospitalidad en este hogar llamado Gaia. O parafraseando a Margaret Mead (1928) hemos olvidado que «La naturaleza humana es la materia más prima de todas las materias primas indiferenciadas».

GLOBALIZACIÓN DE LA ESPERANZA

En estos días de primavera entra el mundo a través de la ventana y de las redes sociales. Se crea un nuevo escenario que aplaude como un ritual a todas aquellas personas que cada día arriesgan generosamente su propia salud por nosotros. Se felicita a las redes de apoyo que con todas  las medidas sanitarias «distribuyen comida», como está realizando la Asociación Solidaridad y Esperanza. Compartimos a través de la distancia juegos, películas, música, textos, capacidades poéticas, cuentacuentos… Encontramos cualidades insospechadas de vecinas y amigos que comparten su creatividad.  El afecto se siente, llegar por la red, consuela, divierte, acompaña en ausencia como lo hace un buen libro. Es como si despertáramos de un sueño. A todo esto lo llamamos la «ética de la proximidad».

Al mismo tiempo se mantienen en alto las demandas del Sindicato de Inquilinas poniendo de manifiesto que vivimos “una crisis de vivienda de proporciones inquietantes». Siguen ahí las reivindicaciones históricas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), “porque sin hogar, no hay vida que merezca la pena ser vivida”. Tenemos la disponibilidad sindical de la «Comarca Sur» en estos tiempos de ERTES para informar, asesorar, vigilar «por un trabajo decente«. Las entidades del Tercer Sector continúan insistiendo en «salir al encuentro» para que nadie quede al margen de las medidas y decretos. Nos acompañan multitud de periodistas que informan con rigor de lo que está aconteciendo.

«NADA ESTÁ ESCRITO». EL DEBATE ENTRE “LO VIEJO Y LO NUEVO»

«La vida y las personas, primero». Ahora se trata de recuperar la sonrisa, restaurar la dignidad de los mayores, la vejez no es una enfermadad, es un privilegio. Recuperar abrazos y paseos (cuando finalice el decreto de alarma). Volver a la vida cotidiana pero con la carga de lecciones aprendidas de las crisis del Covid-19 en el confinamiento.

Estar muy atentos  a lo que el capitalismo ha hecho en el pasado, ante los estados de shock: reciclarse, huir hacia adelante, vestirse de lo que haga falta, de morado, de verde, de pacifista, «cambiar el collar al perro», volver a la tiranía de los estados financieros (crisis del 2007), con la introducción de una atmósfera de miedo. Y como decía el guión de la película de Lauren de Arabia: «Nada está escrito».

Esta nueva situación implica una nueva orientación: apoyar las inversiones y la creación masiva de empleos en la transición ecológica y energética, deshacerse de las actividades más contaminantes y climáticas; destinar recursos para llevar a cabo políticas de capacitación para evitar que los trabajadores y las poblaciones precarias paguen el precio; el necesario seguimiento de capital y prohibición de las operaciones más especulativas, impuestos sobre las transacciones financieras… Así, para reconstruir juntos un futuro, ecológico, feminista y social, necesitamos cambios de política profundos. Necesitamos una Ética Mundial. La primacía del Ser sobre el Tener.

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