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Crisis de las residencias, crisis de la sociedad

La mitad de las personas que han muerto en Madrid, estaban en una residencia de mayores.

Uno de los indicadores para saber el nivel de bienestar de una sociedad es el trato que da a sus mayores: atención sanitaria, ayuda ante la soledad, asistencia en residencias o en domicilio, pensiones…etc.

Los avances, sobre todo en medicina, hacen que vivamos más y que la gente necesite una atención especial al llegar a una edad avanzada. Aunque para algunos esto es un problema -como para la jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI) que señala que la gente vive demasiado-, para la sociedad, que se alargue la esperanza de vida es algo positivo, pero se necesitan medios para que las personas puedan vivir -y morir- dignamente.

Si atendemos a los datos de los países del norte de Europa, el nivel de sujeciones (gente inmovilizada en las residencias, por medios físicos o químicos) es muy bajo en Suecia y muy alto en España. Lógicamente esto corresponde a dos causas:

  1. La ratio de personal de asistencia por residente: Si la ratio es baja no se puede atender con cercanía a las personas mayores y las atan, con la excusa, de cara a sus familiares, de evitar que se caigan.
  2. La utilización de las contenciones como respuesta son propias de modelos metodológicos médico-asistenciales que ya en muchos países han sido superados y sustituidos por otros modelos centrados en los derechos, la calidad de vida y la atención personalizada a los mayores.

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Las residencias y la dignidad en los últimos años de la vida

Dejadas de la mano de grandes empresas de servicios, las residencias de mayores son recursos infradotados en los que importa más el número de plazas ofrecidas que la dignidad de los residentes o de los trabajadores que se encargan de su cuidado.

Hace algo más 10 años, me topé de lleno con la realidad de las residencias de mayores, cuando a mi abuela, por diversos problemas de salud que dificultaban su cuidado en casa, le tuvimos que buscar un recurso residencial, un camino por cierto no exento de dificultades y trabas administrativas.

Ella llevaba años diciendo esa frase tan utilizada por las personas mayores de “a mí cuando no me pueda valer por mí misma, me lleváis a una residencia” como diciendo “no quiero molestar”.

Mi padre, hijo único, tanteó todas las alternativas previas al ingreso en una residencia. Comenzamos con la ayuda a domicilio, hasta que esta se hizo insuficiente.

Después a contratar a personas que se encargaran de su cuidado, estableciendo la prioridad de que pudiera seguir viviendo en su casa, hasta que esto se volvió económicamente insostenible. Finalmente, cuando sus problemas de salud se agravaron, llegó el momento de elegir residencia.

Este es el primer punto en el que me quiero detener, las alternativas.

El momento de elegir residencia

El otro día, se me revolvían las tripas cuando escuchaba a un tertuliano en un programa de radio, culpabilizar a los familiares de no hacerse cargo de sus personas mayores, como se hacía antaño, antes de llevarlos a las residencias.

Estas afirmaciones, además de injustas causan un dolor gratuito a los familiares. Son las típicas afirmaciones neoliberales que ante la imposibilidad de justificar el fracaso de los modelos económicos y de los sistemas de protección social acaban culpando al comportamiento individual de los ciudadanos. Algunos ejemplos:

  • Crisis económica del 2008, «el problema es que las personas han vivido por encima de sus posibilidades».
  • Crisis climática de 2019, “el problema es que las personas consumen carne en exceso, o que no reciclan”.
  • Coronavirus, acordaos cada vez que escuchéis culpabilizar a las familias de que si no hubieran llevado al abuelo a la residencia, seguramente no se habría infectado”.

A nadie se le escapa que el cuidado de las personas mayores en los domicilios hace 50 años recaía sobre las mujeres, que en su gran mayoría no trabajaban. En la actualidad, el modelo económico-social capitalista requiere en la mayoría de los casos a que tanto hombre como mujer se mantengan en el mercado laboral, haciendo difícil prescindir del salario de ninguno de los dos para encargarse de los cuidados.

Pero volvamos al asunto que nos ocupa, las alternativas a los modelos residenciales.

Alternativas al modelo residencial

En España son escasas y corren a cuenta del ingenio y las posibilidades económicas de cada uno. En otros países existen múltiples modelos financiados por la administración, que parten de diferentes premisas que para no explicarlas de manera técnica, se podrían resumir en:

  • Nadie quiere abandonar su casa, su barrio, a sus vecinos de toda la vida para ir a vivir a  una institución.
  • La atención  a los mayores tiene que ser personalizada. Cuanto más control mantienen los mayores (con el apoyo de sus familias si es necesario) sobre sus vidas y cuantas menos sean las personas que viven en la vivienda, mejor van a vivir.
  • El ingreso de un mayor en un centro supone perdida de libertad, intimidad e innegablemente calidad de vida, por las características propias del modelo residencial.

Aún existen residencias con habitaciones compartidas, esto genera conflictividad entre los residentes; los horarios son, además de estándar para todos los usuarios, inusuales. Todos tienen que levantarse a las 8, comer a las 13.30, cenar a las 20 horas y acostarse poco después. Estos se ajustan a las necesidades y recursos de la institución y no a los deseos y ritmos de vida de los residentes.

Es necesario repensar los centros, se debe ir a las cero sujeciones y que todo centro que quiera concertar plazas o unirse al cheque servicio esté certificado cómo Centro Libre de Sujeciones.

Las alternativas son múltiples:

Pisos tutelados, pisos compartidos, comunidades de cohousing, y así podríamos seguir con una larga lista.

En muchos países de Europa se están creando residencias arquitectónicamente semejantes a pequeños pueblos, aldeas con sus diferentes servicios, con indudables los beneficios de estos modelos, sobre todo para personas con deterioro cognitivo, se evita el nerviosismo y la idea de encierro que tienen las unidades de Alzheimer de los Centros Geriátricos.

Además, estas alternativas están demostrado que resultan incluso más baratas para la administración, porque en una gran parte de ellas, el lugar físico donde los mayores residen, ya existe, es su casa, en muchos casos de su propiedad.

Aquí, a veces se da el caso de que 80 personas mayores con 80 domicilios en propiedad, acaban viviendo en una residencia para 80 personas cuyos costes, solo de construcción pueden rondar los 6 millones de euros.

Cuando la única alternativa es una residencia

Sigamos con el caso de mi abuela, de la no existencia de alternativas, llegó el momento de buscar una residencia. Tras un periplo por varias, según se iban produciendo bajas en las residencias más cercanas a donde mis padres viven, vivió los últimos 10 años de su vida en una residencia del barrio del Sector III de Getafe.

Una de esas residencias privadas, con gran parte de sus plazas concertadas con la comunidad de Madrid. Cabe recordar que de las 474 residencias de la Comunidad de Madrid, solo 25 de ellas está bajo el control netamente público, y que a diferencia de otros sectores como el de la discapacidad en el que la mayor parte de las residencias privadas o concertadas están gestionadas por asociaciones y fundaciones de movimientos asociativos, sin ánimo de lucro, en el caso de las residencias de mayores estas están gestionadas por empresas privadas que como tal se organizan para la obtención de beneficios económicos.

Tanto en la residencia de mi abuela como en gran parte de residencias de mayores, la escasez de recursos materiales y humanos, me lleva a que pueda clasificar a sus residentes, su calidad de vida y su dignidad como seres humanos, en tres tipos:

  • Los “no asistidos”- Aquellos que en parte pueden valerse por sí mismos, que se desplazan autónomamente por la residencia, que pueden quejarse cuando no son bien atendidos y que, por tanto, requieren de menos recursos.

Además, curiosamente, como estos requieren de menos personal para salir a hacer actividades fuera (actividades modestas, por cierto), son los únicos que disfrutan de ellas.

  • Los “asistidos” pero que cuentan con un familiar que les visita a diario y supervisa la atención que reciben.

Este era el caso de mi abuela en sus últimos años, mi padre suplía gran parte de las necesidades de atención que mi abuela requería, y se encargaba como el que dice, de echarle la bronca a la dirección cuando mi abuela no era bien atendida.

  • Los “asistidos” y que no cuentan con familiares que les acompañan habitualmente. Un católico podría utilizar la expresión “que Dios les ampare”. La atención que reciben y quiero insistir aquí, por la escasez de recursos y no por la calidez de la atención de los pocos y mal pagados trabajadores, no es digna para un ser humano.

Las atrocidades de la precarización

Mis visitas a la residencia no eran con toda la frecuencia que me hubiera gustado, a veces por falta de tiempo, pero muchas otras porque salía de allí salía revuelto de emociones.

Supongo que también hay un punto de deformación profesional que me lleva a fijarme en detalles que para otros pasarán desapercibidos, no lo sé.

Pero nunca olvidaré esas escenas en las alas de asistidos de 20 ancianos mirando a un televisor sin volumen, muchos de ellos colocados en una posición cuyo ángulo no les permitía la visión del aparato.

Tampoco, cuando llegaba a las 7 de la tarde y me encontraba a mi abuela llorando porque quería que la llevaran al baño a hacer sus necesidades. Me iba en busca de los cuidadores que me justificaban que la habían sentado en el baño después de comer (a las 14 horas) y que no había hecho nada, y que como tenían muchos ancianos que atender, hasta después de cenar no la podían volver a llevar.

Os podría contar tantas de estas como para escribir un libro, pero no lo voy a hacer. Lo resumiré con la expresión que utilizaba cuando salía de ver a mi abuela y llegaba a casa y le decía a mi pareja “vengo del patíbulo”.

Cuento estas sensaciones para dar pie al tema de la escasez de recursos, quizá el más importante, y que se fundamenta en que las instituciones de la Comunidad de Madrid, y entiendo que también en otros lugares, siguen la máxima de que lo importante es decir que tenemos miles de plazas y no que la calidad de vida de los mayores en estas es excelente.

Condiciones laborales lamentables

Solo hay que buscar en google noticias sobre las residencias de mayores en la comunidad de Madrid de los años 2018 y 2019 para hacerse una idea. Múltiples denuncias por escasez de recursos materiales, limitación de pañales, guantes, gasas y productos de higiene básicos.

Ratios de profesionales (número de profesionales por residentes) que no se ajustan a las necesidades de atención de estos, bajas de profesionales que no se sustituyen lo que agrava más aún la situación.

Condiciones laborales de los trabajadores leoninas. La mayor parte de los trabajadores de las residencias de mayores son cuidadoras, cuyo salario roza el salario mínimo, trabajan a turnos, etc. Cuando además por el tipo de trabajo que realizan requieren un esfuerzo físico considerable.

No quiero detenerme en las múltiples denuncias de malos tratos en los últimos años, porque seguramente no son situaciones generalizadas, pero pusieron sobre todo en el objetivo la escasa supervisión y control de las residencias por parte de los organismos competentes de la Comunidad de Madrid.

Las inspecciones brillan por su ausencia y en ocasiones estaban programadas, o la visita se filtraba con anterioridad para que los recursos pudieran estar engalanados para la ocasión.

Fabricando la tragedia

El momento culmen de todo esto llegó a la Asamblea de Madrid con la proposición de Podemos para tramitar una ley de residencias de mayores (recomiendo leer las noticias enlazadas).

 Durante casi un año se estuvo debatiendo la ley de residencias en la Asamblea de Madrid, pero al final no salió adelante, porque no hubo acuerdo en el punto principal que motivaba la presentación de esta, que era la de aumentar las ratios del personal.

De manera muy resumida, entre la propuesta de aumentar ratios de Podemos y la de dejarlas como están, y por tanto no aumentar el gasto en personal del PP, la posición ambivalente sobre todo de Ciudadanos y en el último momento del PSOE, acabo bloqueándola.

Por tanto, SÍ, la atención a las personas mayores es en gran parte una cuestión política. Así que, SÍ, cuando en estos días escuchen a los partidos políticos hablar de las personas mayores y de las residencias, recuérdenles porque no llegaron a un acuerdo para mejorar las condiciones de vida y los recursos humanos y materiales en las residencias de la Comunidad de Madrid hace tan solo un año.

Con los datos que conocíamos a fecha de 27 de Marzo“…. la tasa de mortalidad es un 33% superior en las residencias concertadas y privadas que en aquellas que son íntegramente públicas y que gestiona la Agencia Madrileña de Atención Social…”.

Por tanto, SÍ, el modelo de gestión y los recursos disponibles en las residencias de mayores, han incidido directamente en el impacto que el coronavirus ha tenido sobre estas.

Esperemos que cuando superemos esta tragedia, mejoremos las condiciones para que tanto lo ordinario como lo extraordinario no vuelva a ocurrir.

 Chema Jiménez

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