Hace unos días, la placa de la Ruta de la Memoria Histórica de Getafe, que contaba una pequeña parte de la Casa del Pueblo de Getafe, aparecía vandalizada.

Si quieres conocer más sobre la Casa del Pueblo en Getafe, a continuación os dejamos un artículo escrito por nuestro compañero, profesor e historiador, José Luis Sánchez del Pozo.

La Casa del Pueblo y las organizaciones obreras de Getafe durante la II República

Por José Luis Sánchez del Pozo

En el Archivo del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca encontramos un documento fechado el 14 de junio de 1934 y que bajo el título “Consejo de Administración de la Casa del Pueblo de Getafe. Reglamento” (signatura PS Madrid 2550) nos atestigua la existencia de esta organización en la localidad, con domicilio social en la calle Felipe Estévez nº 6.

            Este Reglamento  de la Casa del Pueblo de Getafe estaba  firmado por Oscar Jerez Benavente y Nicolás Fajardo, en nombre de la Comisión. Se trata de dos de los principales dirigentes en aquellos momentos del Sindicato de Obreros Metalúrgicos. El primero, Oscar Jerez era  además Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Getafe al comenzar la Guerra Civil y fue fusilado en el Cementerio del Este de Madrid el 28 de noviembre de 1939.

Las Casas del Pueblo eran un tipo de instituciones que agrupaban a las diferentes sociedades obreras de una población y que cumplían una labor de coordinación, asistencia  e impulso cultural de primer orden en aquellos tiempos. El origen de estos movimientos asociativos en España se produjo especialmente en los últimos treinta años del siglo XIX. El  inicio fue obra de republicanos, demócratas avanzados que, influidos por ideas socializantes,  se dirigían a los trabajadores de la época. Tras este primer impulso, el movimiento de creación de lugares de coordinación y concienciación obrera fue asumido especialmente por el anarquismo español y estos lugares recibirían el nombre de Ateneos. Desde la aprobación de la Ley de Asociaciones de 1888, el PSOE y la UGT se plantearon también la creación de centros obreros como sede legal y abierta  a los trabajadores y trabajadoras.  Con el cambio de siglo, el PSOE convirtió la apertura de estos centros en uno de los ejes de su actividad y empezarían a aparecer por toda España, llegando a abrirse antes de la Guerra Civil hasta 900 locales con el nombre y título de Casa del Pueblo. Este  nombre y el impulso de esta actividad seguramente lo tomarían de sus correligionarios franceses y belgas que crearon instituciones similares bajo el nombre de “Maison du people” en sus respectivos países. La primera Casa que se abrió con este nombre en España lo fue en la localidad de Montijo (Badajoz) en 1900 y la más importante Casa del Pueblo fue la de Madrid sita en la Calle del Piamonte nº 2  que estuvo activa entre 1909-39.

Óscar Jerez Benavente, uno de los directivos de la Casa del Pueblo de Getafe

La apertura de las Casas del Pueblo en diferentes localidades proporcionó al movimiento socialista una infraestructura que se convirtió en un punto de atracción de nuevos afiliados y afiliadas y fue una de las razones que explican el importante crecimiento que tuvo el socialismo en España durante el siglo XX, hasta la II República. Para su  creación,  las sociedades obreras, relacionadas con el movimiento socialista, PSOE, UGT, se agrupaban y unían para conseguir abrir un local, que se convertiría  en un punto de referencia  de los trabajadores de la zona. Sus actividades se desarrollaban en  múltiples vertientes. Una de ellas era  el terreno puramente laboral facilitando el contacto  tanto  de los miembros de cada asociación, como la coordinación de   diferentes asociaciones entre sí,  así como la  asistencia legal, cuando era posible.  Estas actividades se extenderían además en una muy importante labor formativa, educativa y cultural que buscaba el aumento del nivel de conciencia social y política de sus afiliados. Esta labor se realizaba  mediante clases para la educación  tanto de niños como  de adultos. En este sentido, hay que tener en cuenta que entonces los índices de escolarización eran muy bajos y abarcaban muy pocos años en la vida de las personas. Esta labor de concienciación se cubría, también, con la existencia de bibliotecas, salas de prensa o con la lectura de periódicos obreros en grupo, donde los que sabían se los leían a los que no y después se comentaban las noticias. En este sentido de desarrollo cultural, en las Casas del Pueblo podía haber un cuadro artístico que se planteaba también el montaje de obras de teatro, cumpliendo una función recreativa que se podía compaginar con la existencia, incluso, de un  gimnasio en las más grandes,  como Madrid o Barcelona.

            Centros de contacto que favorecían una mejor organización obrera, centros formativos que permitían un desarrollo político y cultural llenando el escaso tiempo libre del que se podía disfrutar entonces, las Casas del Pueblo también cumplían una función asistencial de importancia capital para la época. En este terreno era muy importante la asistencia médica y el suministro de medicinas mediante una iguala para todos sus afiliados/as y familias, así como la organización de cooperativas de consumo de artículos de todo género. Se trataba de “proporcionar a los socios auxilios benéficos, instrucción y cuanto contribuya a elevar su nivel intelectual y moral o a mejorar su condición material” tal como se estableció en un primer intento de creación de la Casa del Pueblo de Madrid en 1897.

Con la llegada de la II República, un ambiente de libertad y esperanza general llevó a los trabajadores españoles a aumentar su nivel de organización, participación y exigencias de todo tipo. En este ambiente, los trabajadores se organizaban y fundaban un mayor número de Casas del Pueblo. En Getafe este contexto de participación política y social llevó a la creación primero de diferentes sociedades obreras de ramo y después de la Casa del Pueblo sita en la calle Felipe Estévez nº 6, aunque en su desarrollo posterior también debió utilizar el número 4 de la misma calle.

Como decíamos al principio, conservamos los estatutos por los que se rigió esta Sociedad que tienen fecha de 14 de junio de 1934. No sabemos si existió antes, pero al menos es seguro que existía desde entonces. En este documento se explica que “tiene por objeto, unificar los intereses y armonía entre todas las sociedades obreras constituidas en Getafe… y constituir una fuerza colectiva que en todo momento garantice los derechos de los trabajadores”.

La Casa del Pueblo estaba concebida como una coordinadora de asociaciones o sociedades obreras y la pertenencia era a través de éstas y no a título individual. Esta entidad pertenecía al movimiento socialista porque todas las asociaciones u organizaciones que la formaban tenían obligación de pertenecer a la UGT, según marcaba su reglamento. También podían pertenecer a ella organizaciones de carácter cooperativo o mutualista que prestaban servicios de consumo o asistencial. La Casa se financiaba mediante un tanto por ciento, que según su número de socios debía aportar cada sociedad, para cubrir las necesidades de mantenimiento de ésta. El pago debía  hacerse en la primera quincena de cada mes  y si  una asociación no lo realizaba durante dos meses, sin causa justificada, podía ser  expulsada. Los miembros de las sociedades tenían derecho a la utilización de los locales destinados al servicio general de los socios:  biblioteca, salón de lectura, salón de actos. Además,  en el reglamento se planteaba como objetivo  la creación de una Mutualidad de socorros a enfermos y asistencia medico farmacéutica.

La Casa del Pueblo se regía por un Consejo de Dirección compuesto por dos representantes de cada una de las sociedades que formaban la entidad. En base a estas personas propuestas, la Asamblea de Juntas Directivas de todas las Asociaciones que formaban la Casa del Pueblo elegía los cargos de Presidente, Vicepresidente, Secretario, Vicesecretario y Tesorero-Contador. El resto de los representantes  quedaban como vocales. La misma Asamblea de todos los miembros de las Juntas Directivas era la encargada de aprobar y fiscalizar la gestión del Consejo de Dirección una vez al trimestre y de renovar y elegir los cargos del Consejo de Dirección en el primer trimestre de cada año. Los cargos de este Consejo de Dirección eran honoríficos y obligatorios.  Además, dentro de este capítulo de cargos, en el Reglamento se estipulaba la existencia de un Conserje, “para la conservación y aseo de la Casa”, que se elegiría en un concurso publico cuyas bases serían conocidas por todas las sociedades que formaban la institución. Si una Sociedad se daba de baja no podría reclamar “nada de lo que posee la Casa colectivamente”. La Casa del Pueblo no podría disolverse mientras existiera una Sociedad  dispuesta a continuar con el mantenimiento del domicilio social. En última instancia, en caso de disolución, todos los valores, muebles y metálico pasarían en concepto de depósito a la UGT.

Junto al Sindicato de Obreros Metalúrgicos, conocemos la actividad en Getafe de otras Sociedades Obreras -por utilizar términos de la época- que también formarían parte de la Casa del Pueblo. Entre ellas se pueden mencionar las siguientes: la Sociedad de Obreros Agricultores y Horticultores donde destacaron Francisco Lastra Valdemar y Alejandro Arroyo; La Sociedad de Albañiles y similares, con militantes  conocidos como Francisco Hernández Manzano y M. Miñaca; la Sociedad de Obreros en Madera con dirigentes como Ángel Barco Hernández o Pedro Martín Martín o la Sociedad de Obreros de Artes Blancas. De todas estas Sociedades y sus actividades podemos encontrar información y documentación en el Archivo Municipal de Getafe y representaban el amplio desarrollo del movimiento socialista en el pueblo durante la II República.

Recuperar la historia de la Casa del Pueblo y de las organizaciones obreras en Getafe resulta difícil por la escasez de documentos, debido a la destrucción producida por la represión franquista. Con todo, parece evidente que existieron y que jugaron un papel que fue recogido decenios más tarde por las generaciones que asumieron la lucha antifranquista, aun sin conocer su existencia. Recuperar su memoria es necesario porque nos sirve para recuperar una de las señas de identidad de esta localidad: su capacidad de organización y de ejercicio de solidaridad para mejorar las condiciones de vida de la mayoría. Una seña de identidad que, en estos tiempos, resulta más que necesario no dejar caer en el olvido.

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